"Whether one believes in a religion or not, and whether one rebirth or not, there isn’t anyone who doesn’t appreciate kindness and compassion”
His Holiness the Dalai Lama
Tratar pacientes no es lo único que hacemos con agujas en Bothechaur. Recientemente descubrí que podía compartir mi nueva pasión por el tejido con las mujeres de la clínica. Al ver su entusiasmo e interés por aprender, fui a Katmandú y volví cargada con palillos y lanas para empezar un taller! Si bien reconozco que no soy ninguna experta, les he estado enseñando a tejer algunos puntos básicos para que empiecen sus propios proyectos. Ha sido una forma muy enriquecedora de comunicarse y compartir sin depender exclusivamente del lenguaje verbal. A veces vienen mujeres que no hablan inglés, sin embargo el movimiento de los palillos las llama y después de mirar un rato, se integran. Compartiendo con amabilidad puntos, técnicas, errores, correcciones, risas, halagos y ayudándonos mutuamente podemos pasar una tarde disfrutando a través del lenguaje del tejido, tramando una red de confianza y contención. Y es en estas instancias de distención y relajo que aparecen las historias de sus vidas, revelaciones increíbles que dan cuenta de la realidad de estas mujeres: abuelas, madres, hijas, novias de matrimonios arreglados, mujeres de distintas castas, viviendo entre este siglo y dos siglos atrás, entre los canastos que cuelgan de sus cabezas y Facebook. Son esos momentos en los que dejo de ser la extranjera extraña y paso a ser la afortunada testigo de toda una cultura, aprendiendo lo que jamás habría encontrado en Lonely Planet.
Compasión, amor, sufrimiento, esperanza, dolor, felicidad y… el tejido… Son espacios en el que todos somos simplemente humanos, sin castas ni razas, donde podemos compartir como iguales. Es muy reconfortante y enriquecedor encontrar estos espacios donde las barreras culturales e idiomáticas se deshacen.
Este viaje ha sido difícil en muchos aspectos. Vivir en una cultura tan distinta a la propia, con toooodo lo que eso significa, es maravilloso pero un gran desafío a la vez. Sí, no ha sido fácil. Pero en estos “lugares comunes” y en el trabajo con mis pacientes, he encontrado la fuerza y motivación necesaria. Me siento inmensamente bendecida por esta experiencia y por la calidez de la gente en Nepal. He estado a punto de llorar muchas veces, pero siempre (o casi siempre!) por lo agradecida y feliz que me siento.
His Holiness the Dalai Lama
Tratar pacientes no es lo único que hacemos con agujas en Bothechaur. Recientemente descubrí que podía compartir mi nueva pasión por el tejido con las mujeres de la clínica. Al ver su entusiasmo e interés por aprender, fui a Katmandú y volví cargada con palillos y lanas para empezar un taller! Si bien reconozco que no soy ninguna experta, les he estado enseñando a tejer algunos puntos básicos para que empiecen sus propios proyectos. Ha sido una forma muy enriquecedora de comunicarse y compartir sin depender exclusivamente del lenguaje verbal. A veces vienen mujeres que no hablan inglés, sin embargo el movimiento de los palillos las llama y después de mirar un rato, se integran. Compartiendo con amabilidad puntos, técnicas, errores, correcciones, risas, halagos y ayudándonos mutuamente podemos pasar una tarde disfrutando a través del lenguaje del tejido, tramando una red de confianza y contención. Y es en estas instancias de distención y relajo que aparecen las historias de sus vidas, revelaciones increíbles que dan cuenta de la realidad de estas mujeres: abuelas, madres, hijas, novias de matrimonios arreglados, mujeres de distintas castas, viviendo entre este siglo y dos siglos atrás, entre los canastos que cuelgan de sus cabezas y Facebook. Son esos momentos en los que dejo de ser la extranjera extraña y paso a ser la afortunada testigo de toda una cultura, aprendiendo lo que jamás habría encontrado en Lonely Planet.
Compasión, amor, sufrimiento, esperanza, dolor, felicidad y… el tejido… Son espacios en el que todos somos simplemente humanos, sin castas ni razas, donde podemos compartir como iguales. Es muy reconfortante y enriquecedor encontrar estos espacios donde las barreras culturales e idiomáticas se deshacen.
Este viaje ha sido difícil en muchos aspectos. Vivir en una cultura tan distinta a la propia, con toooodo lo que eso significa, es maravilloso pero un gran desafío a la vez. Sí, no ha sido fácil. Pero en estos “lugares comunes” y en el trabajo con mis pacientes, he encontrado la fuerza y motivación necesaria. Me siento inmensamente bendecida por esta experiencia y por la calidez de la gente en Nepal. He estado a punto de llorar muchas veces, pero siempre (o casi siempre!) por lo agradecida y feliz que me siento.